Me sentí solo durante un par de días, hasta que una mañana un tipo, que había llegado después que yo, me paró en la calle.
-¿Como se va a West Egg?- me preguntó con aire desvalido.
Se lo dije. Y al reanudar mi camino ya no me sentí solo. Era guía, un explorador de caminos, un indígena. Sin darse cuenta, aquel hombre me había conferido el derecho de ciudadanía en la zona.
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